La utilización de cenizas crematorias en la creación de una obra de cerámica puede llevarnos a una reflexión profunda sobre nuestra propia mortalidad y la trascendencia de la vida a través de diferentes formas. En este caso, la pieza de cerámica esmaltada con las cenizas de una Cosset se convierte en un símbolo palpable de la delicadeza de la vida y la inevitabilidad de la muerte, a la vez que sirve como un homenaje a una vida vivida y amada.
Nuestra propia mortalidad es un tema que a menudo se evita, pero el arte tiene la capacidad de abordar estos temas difíciles de una manera que nos permite contemplarlos, comprenderlos y, en última instancia, aceptarlos. Esta pieza, a través de la incorporación física de las cenizas,
nos recuerda que, aunque la vida es efímera, cada ser deja una huella imborrable en el mundo.
Pero, más allá de ser un memento mori, esta pieza también se convierte en un poderoso testimonio de trascendencia. Las cenizas, un subproducto de la muerte y la pérdida, son transformadas y dadas una nueva vida a través del arte. En este proceso, Cosset no se pierde por completo, sino que se metamorfosea en una nueva forma de belleza.
El esmalte formulado con sus cenizas se funde con la cerámica durante la cocción, convirtiéndose en un elemento integral de la pieza. Cosset, aunque ya no está presente físicamente,
continúa viviendo de una manera metafórica y simbólica en la pieza de cerámica.
De esta manera, esta obra puede ser vista como una reflexión sobre la vida, la muerte y la trascendencia. A través de la cerámica y el esmalte, reflexiono sobre la muerte no como el final absoluto, sino más bien un paso en el viaje de la existencia, un cambio de forma más que una terminación. Y que, a pesar de la pérdida y el dolor, la belleza, la trascendencia, el amor y la memoria pueden perdurar y transformarse.
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